lunes, 4 de abril de 2016

EL Gigante de Ébano


   
          No siempre evocar supone la redención absoluta de cuanto se esconde en nuestro pasado. En el recuento quedan atrás batallas enormes, hombres inmensos… Pedazos de la Historia tirados al olvido, a la espera del recuerdo. En ese espacio de resignación habitan héroes no tan conocidos, casi ausentes en periódicos y libros. Allí hemos encontrado a José Guillermo Moncada Veranes, el nieto de la esclava Juana Alberta, un despojo de África; el hijo de María Dominga Trinidad, negra libre, madre y padre a la vez, porque nunca quiso Narciso Veranes reconocer a su cría. De singular fibra se compone la grandeza del guerrero, del mambí de las tres gestas libradas en Cuba durante el siglo XIX.. Este Gigante de Ébano que se echó al monte con un grupo de compañeros cuando Carlos Manuel de Céspedes lanzó el grito de independencia en octubre de 1868, participó en todas las acciones importantes de la Guerra Grande y estuvo junto a Antonio Maceo en la Protesta de Baraguá, una década más tarde. Volvió a la lucha en la Guerra Chiquita y en 1895 fue seleccionado por José Martí para encabezar el alzamiento en la región de Oriente, pero Guillermón, minado por la tuberculosis, decidió entregar el mando y poco después falleció en el sitio conocido como Joturito. Jamás nadie juzgó el compromiso de Moncada con la Revolución, quien enfrentado al traidor Miguel Pérez y Céspedes, legó una prueba de dignidad.  A su paso por la manigua, halló el santiaguero un papel del jefe español, donde precisaba: "Mambí: No está lejos el día en que pueda, sobre el campo de la lucha, bañado por tu sangre, izar la bandera española sobre las trizas de la bandera cubana". Sin vacilar, escribió Guillermón al dorso: "Enemigo: Por dicha mía se aproxima la hora en que mediremos nuestras armas. No me jacto de nada; pero te prometo que mi brazo de negro y mi corazón de cubano tienen fe en la victoria. Y siento que un hermano extraviado me brinde la oportunidad de quitar el filo a mi machete. Mas, porque Cuba sea libre, hasta el mismo mal es bien". cárcel lo retuvo hasta el 1ro. de junio de 1894. En esa fecha trascendían los preparativos para el inicio de la Guerra Necesaria. Juan Gualberto Gómez le consultaba si el 24 de febrero de 1895 debía ocurrir el levantamiento. La respuesta fue afirmativa. Dos días antes, el monte volvía a ser su casa. Sin embargo, la salud estableció límites al ímpetu.Enfermo peleaba. "A la prisión entró Guillermo sano, y salió de ella delgado, caído, echando sangre en cuajos a cada tos", relató Martí, al escuchar la nostálgica confesión del hermano, Narciso Moncada. Ni siquiera dos meses duró en la nueva campaña por la libertad. La tuberculosis le comió las entrañas, le robó el sueño. El 5 de abril de 1895, murió  .A manera de remembranza, el general Enrique Collazo posteriormente narraba: "Guillermo Moncada, en Cuba, poco podía hacer, era un moribundo que venía en cumplimiento de su palabra, y guiado por su patriotismo a morir a la sombra de su bandera".


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