Tomado de Granma
La noche del 28 de marzo del 2002, a la espera en una plaza abierta a
pocos metros del mar, no le provocó a Sheila Pons Delgado el frío que
sí sintió, de pronto, cuando vio acercarse al hombre alto, de verde
olivo, que la miró y le dio un beso.
La impresión le congeló las palabras, justo a ella, siempre tan
locuaz, y ante aquel torrente de cortesía y ternura que brotaba sobre la
barba hirsuta –¿Cómo se sienten, cómo los tratan, díganme de los
estudios…?–, solo atinó a responder un automático «bien, muy bien», que
pudo zafar del nudo en la garganta.
«Al ver a Fidel allí, frente a mí, tuve entonces la certeza de que
por fin mi vida tomaría otra vez un rumbo, que sería alguien, y hasta
quizá estudiaría lo que siempre añoré: sicología médica», cuenta Sheila
abriendo grande los ojos, como quizá los tuvo aquel instante.
«Todas las explicaciones que me habían dado sobre lo que sería el
Curso de Superación Integral para Jóvenes, en el que además me pagarían
por estudiar, parecía demasiado bueno como para ser verdad.
«Fui incrédula hasta ese momento en que vi al Comandante, era en sí
misma una oportunidad que quizá no mereciera una muchacha desvinculada
del estudio hacía tres años; porque la carrera de mis sueños no llegó en
mi curso, y para hacer algo a disgusto mejor no lo hacía, a pesar de
mis buenas calificaciones.
«La vida de un joven sin ocupación se complica fácil. Yo misma salí
embarazada, dependía de otros, mientras crecía mi desesperanza…
«El día que empecé el curso, entre jóvenes de distintas procedencias y
con historias diversas de estudios interrumpidos y caminos torcidos,
sentí que se abría una puerta en mi vida.
«Puse todo el empeño, como si aquella noche del encuentro con Fidel,
cuando desde la plaza Celia Sánchez, de Manzanillo, se inauguró
nacionalmente el Curso de Superación Integral para Jóvenes, hubiera
adquirido un compromiso grande con él, con mi familia, con mi propia
persona.
«Llegué a ir a la escuela con mi niño, no perdía una clase. La
renovada pasión por los estudios ocupó todo mi tiempo, a tal punto que
asumí la dirección de la FEEM del centro, fui candidata al Festival
Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Venezuela, y desde todas las
tribunas defendí aquella idea magnífica del líder de la Revolución;
incluso contra los prejuiciados que la calificaban como “una inversión
equivocada que paga a delincuentes por estudiar”.
«Así decían algunos, y hoy no hay mejor argumento para responder que
los miles de compañeros míos ahora eminentes doctores, abogados,
profesores, ingenieros... Siento un orgullo extraordinario por venir de
esa cantera.
«Yo misma logré mi sueño desde el curso, pues cuando ya me preparaba
para ingresar a Medicina, un profesor amigo me hizo saber de la única
plaza que había llegado para estudiar Sicología de la Salud. En medio de
un maratón de candidatos yo fui la ganadora, y si estoy hoy aquí, con
mi sueño cumplido, fue gracias a esa idea genial de mi Comandante en
Jefe».
Graduada con título de oro, Sheila luce con placer la bata blanca, no
solo de la sicóloga procurada por muchos en el policlínico I de
Manzanillo, sino la profesora renombrada en la Universidad de Medicina,
Máster en Ciencias, participante en varios congresos internacionales del
ramo, y sobre todo, la muchacha fiel a sus orígenes.
«Empatía», dice apelando a un término típico de su profesión. «Fidel
desbordaba eso. Yo lo sentí. La confianza para seguir adelante vino de
ahí, de la cercanía fugaz a él y de la oportunidad del Curso Integral de
Superación para Jóvenes; una idea genial que arregló mi vida, porque me
encontró en el lugar y el momento exacto para salvarme».
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