El árbol
de la vida continúa perdiendo sus hojas, el Ariguanabo sepulta a una de
sus mejores hijas, se nos ha ido Marcia. Durante doce años formamos un
dúo imbatible, la Casa de Cultura del territorio llegó a lugares cimeros
de la cultura nacional, múltiples premios y distinciones hicieron del
centro un lugar de prestigio donde imperaba el amor y la amistad.
Quizá no
fuimos las mejores amigas, pero sí excelentes compañeras, trabajamos con
un colectivo profesional que amaba profundamente su labor.
Marcia
era la consagración en persona, para ella no existía el horario, su mesa
siempre estaba llena de papeles, nadie como ella para hacer informes,
llevar estadísticas, en fin, una subdirectora como pocas he conocido. En
su trabajo nada se le podía señalar, así era y así la voy a recordar.
Hoy la
sagrada tierra acoge sus restos, luchó como campeona contra el cáncer y
este la venció, no pudo alcanzar premio en ese Festival de la vida.
Hoy
Lucas, Maridely, Cary, Beatriz, Gladys, Robertico, Mayi, Boligán,
Nannete y Magaly tienen el día triste, pues saben que Marcia los quería y
admiraba.
Si el
Ariguanabo pierde a la Directora de la Casa de Cultura, nosotros
perdemos a Marcia la incansable, esa que no obstante a la enfermedad
continuó en la batalla.
Marcia,
para quien una gala era la vida misma, ver a sus niños como siempre los
llamó en el escenario, su mayor felicidad. Siempre reconocí su talento y
ese cariño sin límites que me profesaba, hoy lamento no haber sido su
amiga, pero me queda la satisfacción de haber compartido con ella años
de guerrilleras del arte, a su lado disfruté intensamente una década de
mi vida y así la voy a recordar, siempre en movimiento, siempre viva.
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